
¿Qué nos explica de usted?
Soy Mn. Juan Antonio Vargas Salas, tengo 41 años nací en Barcelona. Mi infancia y adolescencia la viví en Pallejà, con mis padres Juan y Amalia, y mis hermanas Carmen y Núria. A los 16 años entré en el Seminario Menor y hace trece que me ordenaron sacerdote en la Catedral de Sant Feliu de Llobregat.
¿Por qué decidió ser sacerdote?
Siempre estuve vinculado a la parroquia de Pallejà. Era un lugar de encuentro con los amigos, con catequesis, convivencias, voluntariado…. La figura del sacerdote era para nosotros muy cercana y admirable. Y en esa admiración saltó la chispa: “quiero ser como ellos”. Y ahí empezó mi andadura vocacional.
¿Qué cualidades ha de tener un sacerdote?
“¡Muy amigo del Señor!”, como diría san Ignacio de Loyola.
Esta será su mejor cualidad, de manera que esta amistad le
vaya capacitando para tener un corazón de pastor que dé
la vida por sus ovejas. Todo lo demás será consecuencia.
¿Qué es lo que más le gusta de su vocación y lo que
menos?
La vocación es el sueño de Dios sobre mí: su voluntad.
Toda ella es preciosa, no hay nada que no me guste. Si es
verdad que a veces hay cosas que no entiendo, por donde
me va llevando… Pero uno va aprendiendo a fiarse de Dios,
y eso, aunque al principio pueda costar, siempre es fuente
de paz y libertad.
¿Nos podría decir en qué parroquias ha estado antes?
He sido vicario de Sant Joan y la Montserratina de Viladecans durante cuatro años. Después en Sant Llorenç y San Juan Bautista de Sant Feliu de Llobregat cinco años más. Y los últimos cinco años, he ejercido de párroco en tres preciosos pueblos que aún llevo en mi corazón: Olesa de Bonesvalls, Torrelles de Llobregat y Begues.
¿Qué consejo les daría a las nuevas generaciones para que se acercaran más a Dios?
¡Que se paren! Que se hagan las preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida. Y que luego caigan en la cuenta de cuál es la respuesta del Evangelio: ¿Quién te va a querer más que Dios?
¿En qué cree que la Iglesia podría mejorar?
Por Iglesia hemos de incluirnos todos los bautizados, no solo los pastores. Todos somos discípulos del Señor. Pues ahí me incluyo: más fidelidad a Jesucristo. Creernos de verdad lo que anunciamos y vivirlo con más alegría.
¿Qué opina de la expresión “creo en Dios pero no en la
Iglesia”?
Pues comprensible cuando alguien no se ha sentido
bien tratado, o si tan si quiera ha tenido nunca la
gozosa experiencia de familia en la Iglesia. La Iglesia es
el lugar donde me encuentro con el Resucitado en sus
Sacramentos, en su Palabra, y reconozco como hermanos
a otros que han experimentado lo mismo.
¿Qué le gustaría aportar como nuevo rector?
En una parroquia tan grande como esta, en la que hay que tocar tantas teclas, a veces me desanima mirarme con tan pocas habilidades humanas. Entonces es cuando pienso: “Menos mal que no sé hacer nada, así sólo podré dar a Jesucristo.
¿Podría definir con una frase lo que es para usted Dios? “Aquel que me conoce, Aquel que me quiere más que nada, Aquel que va guiando mi historia con paciencia y humor hasta la vida eterna”.
¿Qué espera de los fieles de la parroquia?
Que seamos de verdad una familia, y desde la estimación mutua, ayudarnos todos a crecer en fidelidad a Jesucristo y compromiso con los demás, cada uno desde donde se sienta llamado.
Nos despedimos de Mn. Juan Antonio recordando. “La vocación es el sueño de Dios sobre mí”. Palabras que nos ayudan a pensar ¿cuál es el sueño que tiene Dios para mí?
Ana Zamorano