Hace unos meses Arturo y su esposa Marisol acogieron en su hogar de Castelldefels a Polina, una joven deportista de Ucrania.
A sus 73 años y a pesar de su enfermedad, Arturo vive esta etapa de su vida con paz y alegría entregado a sus cinco nietos, colaborando activamente en la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat y como voluntario en Cáritas.
¿Qué nos cuentas de ti?
Tengo 73 años, vengo de un pueblecito de Burgos. Nací en una familia creyente, íbamos todos los domingos a misa. Éramos 8 hermanos. Recuerdo que cuando éramos muy pequeños rezábamos el rosario en familia, con mis padres. Prácticamente de ahí nace todo mi camino de fe. La fe recibida de pequeño en la familia es muy difícil que se pierda. Vivo en Castelldefels desde hace 25 años. Me he dedicado 42 años a la docencia y hace 12 años que estoy jubilado. Prácticamente lo único que he hecho ha sido estar con alumnos de primaria e intentar darles lo mejor de mí.
Aunque has sufrido un cáncer que te ha dejado graves secuelas, continúas muy activo en la vida parroquial. Acudes diariamente a misa y eres voluntario de Cáritas en el servicio de acogida telefónica. Y todo ello, llevado con alegría…
El cáncer ha sido muy duro, sobre todo porque tuvieron que vaciarme toda la parte izquierda de la garganta hasta llegar incluso a perder el habla. Pero a pesar de esta situación, que ha sido fuerte, lo llevo con alegría. El Señor está conmigo y eso me basta. Él me da su paz. Y he descubierto, además, que no necesito muchas cosas para ser feliz.
Últimamente habéis acogido a una adolescente de 15 años de Ucrania ¿cómo os pusisteis en contacto con ella?
Polina, que así se llama la chica, y otra compañera suya huyeron de la guerra al quedar destruido el centro para deportistas en el que estudiaban. Por suerte algunas escuelas deportivas de Castelldefels habían movido ficha y ofrecieron a los alumnos ucranianos continuar con sus estudios de deporte y la enseñanza online desde aquí, y les buscaron familias de acogida. Y allí estaba mi esposa Marisol, haciendo gimnasia, me lo comentó y yo le dije que encantado.
¿Cómo es el día a día de Polina en Castelldefels?
Polina está durante varias horas haciendo deporte en el centro, luego viene a casa, hace la enseñanza online, y el resto de horas está con nosotros, comiendo, cenando, compartiendo… Yo intento darle lo mejor de mí mismo, lo mismo que hago con mis nietos. Darle cariño, amor, como si fuera una más de la familia. Poco a poco nos vamos entendiendo con el idioma y cada vez mejor. Al principio era más complicado, pero Polina aprende muy rápido y ya se entera de casi todo. Cuando hay algo que no entiende, saca el móvil y va traduciendo.
¿Tenéis algún tipo de apoyo económico por parte del ayuntamiento o del gobierno?
Ni lo tenemos ni lo hemos pedido. Polina está empadronada en Castelldefels. Nosotros la acogemos y le damos lo que necesita, tiene su habitación y alimentación. El primer o segundo día que vino la llevé al súper y le dije: «Coge lo que te gusta». Y a partir de ahí yo me he ido manejando con las cosas que le gustaban y le he ido enseñando también la comida de aquí. ¡Le encanta mi paella!
¿Te ha ayudado tener a Dios presente en tu vida para hacer esta acogida?
Totalmente, el amor de Dios nos abre a la acogida. Gracias a la fe que he recibido y que pido cada día puedo dar acogida, cariño y amor a los demás. «Lo que hagáis al prójimo me lo hacéis a mí», dijo Jesús. Si realmente vivimos el evangelio, la acogida y el amor se convierten casi en una exigencia.
Jenny Cather