
Castelldefels llora la muerte de Mn. Antonio
Enrique Clavel
El pasado 12 de enero, en el Hospital General de Catalunya, Cristo tomó en sus manos el alma de nuestro hermano y padre espiritual Antonio Fernández García, el alma de nuestro mossén Antonio, el alma de quien durante quince años de sacerdocio estuvo sirviendo a Cristo y a sus feligreses con entrega y alegría.
Los feligreses de Castelldefels, con quienes estuvo en estrecho contacto desde que era seminarista, han sentido con desconcierto y dolor tan terrible suceso. Se ha cumplido la voluntad del Señor y hemos de aceptarlo.
Mn. Antonio Fernández García había nacido en Vilafranca del Penedés, el 19 de julio de 1975, hijo de Antonio María y de Carmen, que desde Extremadura y Andalucía vinieron hasta aquí. Fue un magnífico estudiante ya en el bachillerato, que cursó en el Institut Eugeni d’Ors de Vilafranca. Se licenció en Ciencias Económicas y en Derecho, y trabajó en la Caixa del Penedès.
A los 24 años sintió la llamada de Cristo e ingresó en el seminario, cursando la licenciatura de Ciencias Eclesiásticas en la Facultad de Teología de Catalunya, y también la licenciatura de Derecho Canónico en el Instituto de Estudios Canónicos de Valencia. En 2014 se doctoró en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. De los muchos cargos desempeñados, destacamos algunos: vicario y administrador parroquial en Santa María de Castelldefels; director del Secretariado diocesano de Asociaciones y Fundaciones; juez diocesano del Tribunal Eclesiástico de la diócesis de Sant Feliu de Llobregat; juez diocesano de Terrasa, Vicario judicial de la diócesis de Sant Feliu de Llobregat…
Son muchos, entre nosotros, los que recuerdan la presencia de Mn. Antonio. Recogemos aquí el testimonio de algunos, sin citar nombres, pues no somos nosotros los importantes aquí y ahora, sino la presencia, viva aún entre nosotros de mossén Antonio.
«El recuerdo de Mn. Antonio que más profundamente ha calado en mi persona era su total disponibilidad para acoger cualquier solicitud de atención con su gran sonrisa. Siempre que acudías a él podías estar segura que saldrías con las manos llenas: de atención, de cariño, de cercanía, de soluciones; y si no había soluciones, siempre había consuelo».
«Había ocasiones en que me respondía a algún WhatsApp a la una de la madrugada o me felicitaba por mi santo a las 7.15 h. ¡Qué corto se le quedaba el día!».
«Nunca se cansaba de escuchar, de darse a sus feligreses. Durante todo el tiempo que le conocí siempre mantuvo la misma actitud. Le dedicó a los demás su corto tiempo de vida de una forma tan intensa, que es como si hubieran sido cuatro largas vidas».
«Dios le regaló el don de que le cundiera mucho el tiempo y seguro que Dios se lo premiará largamente, ahora que ha subido con Él; porque Mn. Antonio no desaprovechó ni un solo minuto de su pastoral».
Una feligresa le ha definido como «un cura de estar por casa», sin interés ninguno por figurar ni llamar la atención. No un cura de despachos ni oficinas, pese a los muchos cargos que llegó a tener, dada su gran preparación y sus muchas cualidades. Otra feligresa ha destacado su entrega a los demás, cómo siempre estaba dispuesto a ayudar a todo el mundo, por lo que siempre tenía gente a su alrededor: a todos acogía. «Nada era para él», ha señalado otra. Y, en consecuencia, como apunta otra feligresa, «aquí encontró una familia» que le acogió «como a un hijo».
Y terminamos con el testimonio que una feligresa ha dejado escrito: «Nos da la catequesis de adultos Mn. Antonio. Totalmente distinto a todos los anteriores. Señor, déjale con nosotros; es nuestro deseo, pero hágase tu voluntad. El padre Antonio hará feligresía». Y al año siguiente, añadió en su diario: «Seguimos con Mn. Antonio. Es un trabajador incansable, pero él no se sabe cuidar a sí mismo. Señor, cuídanosle». Un testimonio estremecedor que casi ha resultado profético. El Señor le ha cuidado tanto que ahora lo tiene con Él para siempre.
