¿Qué puede contarnos de usted?
Me llamo Jordi Mondragon, tengo treinta y ocho años y soy de Viladecans. Mi familia es muy creyente, siempre ha participado en la pastoral de la parroquia de San Juan Bautista, donde eran catequistas, y esto ayudó en su momento a crear en casa una iglesia doméstica, porque, como dice el papa Francisco, es dentro de la familia en la que surge la vocación. Más tarde, la parroquia y el colegio de la Sagrada Familia de Urgell también me ayudaron mucho a descubrir la vocación al sacerdocio.
¿Cómo un joven camina en la fe en una sociedad cada vez menos creyente?
En muchas ocasiones he oído decir que ser cristiano y joven es ir a contracorriente. Te sientes como si la sociedad te hiciera tirar hacia un lado y Jesús hacia el otro. Conseguir tener la mirada fija en el Señor fue, en mi caso, gracias sobre todo a la oración, a mi familia, a la gente que siempre ha estado a mi lado ya los curas que me han acompañado. Todo esto me indicó cuál era el camino según el designio del Señor.
¿Cómo reconoció la llamada del Señor al sacerdocio?
Después de hacer la primera comunión fui durante muchos años monaguillo de la parroquia. Recuerdo que cuando me preguntaban qué sería de mayor, siempre decía que cura. Estudié en la Escuela Industrial de Barcelona por ser mecánico fresador, y durante siete años trabajé de joyero. En esa época tenía pareja, coche, un piso, trabajo, pero había algo dentro de mí que me decía que no era «el camino correcto» e intuí que el Señor me iba llamando. Entonces surgieron los miedos: entrar en el Seminario se hacía una montaña por el tema de los estudios; una cosa era lo que yo había estudiado y otra, una carrera de cinco años. Sin embargo, cuando tuve la voluntad de aceptar y dar mi sí al Señor, entré en el Seminario en 2011, después de haber vivido la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Durante los años en el Seminario he ido discerniendo la vocación y también, de manera especial, la entrega al Señor, así como el deseo de ofrecerle mi vida y estar al servicio de su Iglesia.
¿En qué otras parroquias ha estado desde su ordenación?
Cuando me ordenaron presbítero me destinaron a Piera ya las poblaciones de alrededor. Allí empecé a ejercer mi ministerio presbiteral, después he sido de vicario durante dos cursos en las parroquias de El Prat: San Pedro y San Pablo, Madre de la Merced y capilla de Sant Jordi.
Usted toca la guitarra y canta. ¿La música nos acerca a la oración?
En las parroquias donde he estado, siempre he colaborado con la música en los grupos de jóvenes, misas familiares, grupos de guitarras… Allá donde voy, la guitarra va conmigo, sobre todo para hacer oración y catequesis con los niños y con los jóvenes. Como dice san Agustín, quien canta ora dos veces, y cuando hay música parece que la oración llega mucho más, para el corazón es como una alabanza.
¿Qué ilusiones y proyectos tiene en su nueva labor en Castelldefels?
Este primer curso será para conocer la parroquia y así, a partir del segundo curso, aportar iniciativas para servir esta comunidad. Me gustaría realizar actividades que acerquen a los jóvenes al Señor, que puedan captar que el Señor está en todo.