Tengo el corazón todavía allí, en la tierra que habito Jesús…
Visitando los Santos Lugares el alma se empapa de aromas divinos. ¡Cuánta emoción al rezar el Ángelus en la basílica de la Anunciación en Nazaret! ,delante del habitáculo donde María dijo el sí más importante de la historia. ¡Cuánta alegría renovando las promesas matrimoniales en el Santuario del milagro de las bodas de Cana!,o rezando allá arriba, bien alto, en el monte Tabor.¡Cuanta paz respirábamos en medio del lago de Galilea en silencio!,disfrutando la visión de las aguas sobre las que un día camino el Señor. ¡Cuánto recogimiento en la hora santa en Getsemaní!, al atardecer, hora de contemplación, de mirar hacia dentro de uno mismo, y hablar con Dios. Allí en medio, la roca sobre la que el Señor sudo gotas de sangre antes de ser prendido. Basílica del Santo sepulcro.Viendo la columna de la flagelación, tocando la piedra donde estuvo clavado Jesús en la cruz, pasando los rosarios por la roca que sostuvo su cuerpo mientras lo aromatizaban precipitadamente, o sobre el Santo Sepulcro. No tengo palabras… Me traigo, junto a las ramitas del huerto de los olivos que los franciscanos regalan a los peregrinos, acciones de gracias para mucho tiempo, fuerzas renovadas para vivir cada día con nueva ilusión,y más feliz, haciendo presente la vocación cristiana: ¡cuando Dios encomienda una misión da los medios para llevarla adelante!