Álvaro y María Alba son un matrimonio que forma parte del Proyecto de Amor Conyugal
¿Qué nos podéis explicar de vosotros? Nacidos en Barcelona y Gijón, pero vivimos en Barcelona. El 30 de septiembre celebramos nuestro 16o aniversario de bodas y, de entre los frutos de nuestro matrimonio, tenemos a nuestros hijos Jaime, Alfonso, Fernando y José Ma (que, desde el cielo, nos cuida).
El día 23 de octubre habrá un Anuncio en la Parroquia de Proyecto de Amor Conyugal. ¿Nos podéis adelantar en qué consiste? Es un proyecto impulsado por la Virgen María, cuando en Fátima se lo encomendó a un matrimonio de Málaga (José Luis y Magüi). San Juan Pablo II, entre el año 79 y el 84, estuvo casi todos los miércoles en las audiencias hablando sobre el matrimonio y la familia. Basado en estas catequesis, podemos decir que Proyecto es un camino de santidad para el matrimonio, un itinerario de vida, donde se nos muestra la belleza del sacramento del matrimonio, trabajando sobre tres pilares (fe, formación y vida): oración, grupos de catequesis, adoraciones, retiros, sacramentos y perseverancia.
¿Cualquiera podrá formar parte de los diferentes grupos de catequesis que se organicen? ¿Para quién está pensado? Son encuentros mensuales entre varios matrimonios donde se van desgranando dichas catequesis y así poder descubrir y recuperar el plan que Dios tenía para el matrimonio y la familia. Es un método diocesano y, por tanto, está abierto a todos los matrimonios que quieran profundizar sobre su sacramento. Además, no importa en qué momento se encuentre su matrimonio (muy bien, bien, regular o en crisis), es un itinerario de santidad en el que cabemos todos.
¿Se necesita un proyecto para ayudar a ejercer el amor conyugal? Bueno… tal y como está el mundo, es indispensable vivir nuestra fe y nuestra vocación en comunidad. Por este motivo, desde Proyecto pretendemos crear comunidades de familias donde poder ayudarnos y apoyarnos y, entre todos, descubrir y vivir el Plan de Dios.
¿Y en vuestro matrimonio ha ayudado? Como hemos dicho, llevamos casi dieciséis años casados, pero los primeros no fueron precisamente un camino de rosas, sino más bien, todo lo contrario. El hecho de no ser conscientes de cómo teníamos que vivir nuestra vocación junto con las diferentes formas de educar que cada uno
recibimos en nuestras respectivas familias, de entender la vida, las diferencias propias que hay entre hombre y mujer… todo ello junto con una enfermedad de varios años (una depresión), hicieron que nuestro matrimonio empezara sin contar con Dios y que, tras nueve años, estuviera al borde de la separación. A través de Proyecto hemos empezado a tomar conciencia de cuánto nos ama Dios, también hemos entendido que esas diferencias que tanto nos molestaban son realmente un regalo y una oportunidad para crecer y ayudarnos mutuamente, a renunciar para que mi “yo” se convierta en “nosotros”, siempre siendo una sola carne y, sobre todo, a poner a Dios en medio de nuestro matrimonio, porque con Él todo es posible, hasta salvar un matrimonio que estaba roto.
¿Se hacen visibles en la familia los efectos de este proyecto? ¡Desde luego! En el matrimonio intentamos “apagar fuegos” solucionando las consecuencias, pero hemos de aprender a ver la raíz de nuestros problemas para poder solucionarlos. Cuando nuestro matrimonio estaba en crisis, nuestros hijos también se resentían y lo pasaron muy mal; al mejorar nuestro matrimonio, nuestros hijos también han sido testigos de lo que Dios puede hacer, si le dejas. Creemos que no podemos pretender cambiar la sociedad con discursos y muchas explicaciones, sino que hay que pedirle al Señor que nos ayude a tenerlo en medio de nuestra familia para que así podamos ser luz para otras familias, a través de nuestro testimonio de vida.
¿Los jóvenes de hoy en día, las parejas que se acercan al sacramento del matrimonio, saben realmente lo que significa el amor conyugal?
La sociedad actual nos incita a buscar nuestra propia felicidad, nuestro reconocimiento, huir de los problemas… en definitiva, a dar la espalda a la Cruz. Los cristianos sabemos que sin Cruz no hay Resurrección y en Proyecto hablamos mucho de la Cruz, como símbolo de entrega conyugal. Los jóvenes de hoy en día –como nosotros en su momento– se casan para que la otra persona les haga feliz, pero hay que mostrarles que no alcanzarán esa felicidad hasta que se entreguen completamente a su cónyuge y sean capaces de olvidarse de ellos mismos, tal y como hizo Cristo en la Cruz. Él se entregó por nosotros sin reserva alguna.