Jorge es uno de los adultos que el pasado 20 de noviembre recibió la confirmación de manos de monseñor Agustín Cortés.
¿Qué nos puedes contar sobre ti?
Me llamo Jorge César, tengo 32 años y soy de Lima. Somos seis hermanos, mi madre vive en Perú, mi padre falleció hace dos años, el dolor de no haberlo podido acompañar en sus últimos momentos me acompaña. Tengo un hijo de nueve años al que quiero con todo mi corazón y al que extraño mucho porque no vive en España. Llevo poco más de tres años en este país, aquí voy trabajando en lo que me va saliendo.
Confirmarse y hacer la primera comunión siendo adulto requiere una gran confianza en Dios. ¿Qué te ha movido a dar este paso?
Por diferentes motivos, no pude hacerlo cuando era pequeño. Siempre he sido católico, aunque frecuentaba poco la iglesia. Cuando llegué a Castelldefels estaba solo, una noche fui a Santa María a rezar por el alma de mi padre, allí me encontré al que se ha convertido en un gran amigo, Pepe, él se dirigió a mí y me comentó que formaba parte de un grupo de adultos que se estaba preparando para realizar la primera comunión y la confirmación. Hacía ya tiempo que ese también era mi deseo, sobre todo porque cuando asistía a misa no podía comulgar.
¿Cómo viviste la celebración?
Fue muy emotiva. No tengo palabras para expresar lo que sentí esa noche. Previamente me había confesado, esa confesión trajo mucha paz a mi alma. Recibir el Cuerpo de Cristo me hizo llorar de emoción, ha sido lo más hermoso que he recibido en la vida. Al día siguiente comulgué de nuevo. Comulgar me ayuda a ser más firme en mi fe, y a Nuestro Señor le pido que me dé fuerzas para seguir adelante.
¿Qué significa Dios para ti?
Para mí Dios es amor. Si todos nos moviésemos por el camino del amor, el mundo sería muy diferente, sería una auténtica sucursal del reino de los cielos.
Tu relación con el Señor se ha fortalecido, sin duda alguna.
Sí, días antes de la celebración ansiaba dar ese paso; ahora que lo he dado, me siento mucho más unido a Dios.
Tu madrina de confirmación ha sido María Antonia, una persona muy querida en la parroquia.
En mi primer diciembre en Castelldefels colaboré recogiendo alimentos y también juguetes para los niños más necesitados. Así fue como conocí a María Antonia y como empezó nuestra amistad. Ella es una persona muy noble a la que me une un gran cariño y pensé que podía ser mi madrina. Cuando se lo propuse no sabía cuál iba a ser su respuesta, pero me sentí muy feliz cuando me dijo que estaría encantada.
Estuviste hospitalizado a causa del coronavirus. ¿Cómo se vive la enfermedad desde la fe?
Fueron días muy duros. En ningún momento dejé de rezarle a Dios. Le pedía que se hiciese su voluntad, pero que si mi vida tenía que acabarse, que me permitiese hacerlo cerca de los míos para poder abrazar a mi hijo y a mi madre. Me han quedado secuelas importantes, pero confío en el Señor, a Él me encomiendo en mi lucha.
¿Qué nos puedes explicar de la comunidad que te ha acogido?
Me siento en familia. Estoy tan lejos de mi país, de mi casa, de mi familia… Las personas que he conocido aquí llenan ese vacío que produce la ausencia de los míos, más que amigos son hermanos, y yo trato de corresponderles. A mosén Juan Antonio, mosén Samuel y mosén Josep Maria les doy las gracias por haber aparecido en mi camino.