Lilí llegó hace unos meses a la parroquia de Santa María. Actualmente está participando en las Cenas Alpha.
¿Quién es Lilí?
Tengo 56 años y una hija de 32 que es uno de los amores de mi vida. Nací en Barcelona, en el seno de una familia numerosa; somos ocho hermanos, yo soy la sexta. Nos queremos todos mucho y juntos somos capaces de salir de todos aquellos momentos complicados que la vida nos presenta. Sin duda alguna, es así gracias a la labor que han realizado nuestros padres, ellos nos han educado en el respeto y en el amor; nos han enseñado a perdonar, a ayudar, a ser generosos… La nuestra ha sido una familia católica, siempre amparada por los ejemplos de fe de mis padres.
¿Cuál ha sido tu trayectoria espiritual?
A pesar del ejemplo de mis padres, yo dejé de asistir a misa cuando tenía 18 o 19 años. Siempre me he considerado creyente, pero he practicado la religión a mi manera; me aparté de la Iglesia por pensar que no me aportaba nada.
Mi madre lleva tiempo enferma, entre los ocho hermanos la cuidamos, y ella aprovecha para seguir inculcándonos el amor a Dios. Hace unos meses, guiada por su ejemplo de abandono en el Señor, le dije que por ella iba a intentar volver a misa y buscar a Jesucristo. Así fue como un día llegué a la iglesia de Santa María y me confesé, no sin antes preguntarle al mosén si después de 40 años podía retomar mi vida cristiana y participar de los sacramentos. Mn. Juan Antonio se puso muy contento, me animó mucho y me sentí muy tranquila. Desde entonces asisto a misa todos los domingos, y lo que empezó siendo algo que hacía por mi madre se ha convertido en algo que hago por mí. Me siento mucho mejor, sé que tengo un recorrido muy largo, pero estoy feliz de poder hacerlo.
¿Te has sentido acogida en la parroquia?
Esta parroquia y las personas con las que hasta ahora he tenido contacto me han dado una visión diferente de la que yo tenía, me han transmitido una gran cercanía y en ningún momento me he sentido juzgada.
¿Cómo conociste las Cenas Alpha?
El mosén se refirió a ellas un domingo al final de la misa, Anabel las presentó y nos animó a participar. Pensé que podía ser interesante saber qué opinan las demás personas sobre ciertos temas, y me apunté.
¿Cómo está siendo la experiencia? ¿Realmente pueden ser un camino para conocer a Dios?
Cenamos en un entorno muy agradable, como si estuviéramos entre amigos, a pesar de que al principio la mayoría no nos conocíamos. Nos reímos, hablamos, y todo ello hace posible que se cree un clima de confianza. La exposición del tema de cada noche me ha hecho ver que hay gente muy preparada, y mientras los oigo pienso «qué maravilla» y me siento muy a gusto.
En medio de la vorágine que es nuestro día a día, ¿cómo se le hace un espacio a Dios, a la oración?
Tengo poco tiempo porque mi trabajo me exige mucho, pero a menudo me dirijo al Señor. Suelo tener presentes las conversaciones mantenidas los viernes en las cenas o alguna frase de la última misa, y cuando estoy muy estresada, entonces sí que me detengo y le digo al Señor que lo pongo en sus manos y enseguida me siento más tranquila. Sigo rezando todas las noches, como he hecho a lo largo de toda mi vida; pero ahora, de otra manera.
¿Tu vida ha cambiado desde que has vuelto a la Iglesia?
Sí, pero soy consciente de que me falta mucho por hacer en el camino de la fe.
Lola Martos